¿Territorio internet? Espacios, afectividades y comunidades
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1 junio 2022Profundización del extractivismo y la emergencia de las organizaciones de mujeres
América Latina sustituyó en los últimos años el Consenso de Washington, centrado en la aplicación de políticas de ajuste estructural y privatizaciones, por el «Consenso de las materias primas», el cual se basa en la exportación de materias primas, bajo un nuevo rol en que los Estados adoptan el rol de mediador. Este modelo ha sido aceptado por gobiernos neoliberales y también por aquellos denominados progresistas [2]. Por otro lado, en las últimas décadas, las organizaciones sociales, obreras, indígenas, feministas y campesinas que han hecho frente al neoliberalismo en América Latina, han permitido que las organizaciones de mujeres en las luchas por la defensa del territorio a estar tomando el protagonismo.
Por citar algunos casos, en Centroamérica se han generado movimientos de mujeres contra las mega infraestructuras asociadas al Plan Puebla-Panamá, la explotación minera y los megaproyectos hidroeléctricos. En Guatemala fue emblemática la lucha de las mujeres Xinka contra la minería en la montaña de Xalapán. En el caso mexicano, las mujeres del Ejército Zapatista de Liberación Nacional tienen un creciente y constante protagonismo político. En Ecuador, las mujeres indígenas de la Amazonía enfrentan desde ya hace unos años a la explotación petrolera, de esta manera construyen, dentro de la lucha por la defensa del territorio misma, lazos con articulaciones inter-étnicas centradas en frenar el avance de estos proyectos. En Perú, las mujeres de Cajamarca se unen la lucha contra la minería y el patriarcado. En Bolivia, la Red Nacional de Mujeres en Defensa de la Madre Tierra ha alzado su voz contra el extractivismo minero. En Uruguay, las organizaciones de mujeres se están levantando contra el modelo soyero industrial que lleva al despojo de tierras y el empobrecimiento.
Comprender las raíces de la resistencia de las mujeres en la defensa del territorio nos remite a la siguiente pregunta: ¿cómo se relaciona el ascenso de los megaproyectos extractivos del nuevo ciclo del capital con la profundización del sistema patriarcal?
Caminos colectivos desde América Latina
En los últimos años se han registrado en América Latina numerosos encuentros de mujeres frente al extractivismo. Estos encuentros han permitido un intercambio de saberes entre mujeres de diferentes etnias, clases sociales, urbanas y rurales. De estos intercambios emerge la denuncia de que las actividades extractivas están asociadas a la masculinización del espacio y de las tomas de decisión. Las mujeres también denuncian el incremento de la violencia machista, la rearticulación de los roles de género y el refuerzo de los estereotipos sexistas, donde predomina la figura del hombre proveedor y de la mujer dependiente [3]. El feminismo comunitario en Guatemala propone el concepto “territorio cuerpo-tierra’’ para comprender la relación entre extractivismo y violencias patriarcales [4].
Analizar los conflictos socio ecológicos desde esta perspectiva nos permite no solo visibilizar los impactos diferenciados de los megaproyectos sobre hombres y mujeres, sino también comprender que las actividades extractivas están asociadas a un proceso de reconfiguración patriarcal de los territorios. Nos referimos aquí a los ‘’territorios’’ no solo como espacios biofísicos y geográficos, sino también como espacios de vida sociales y corporales. En otras palabras, el extractivismo conforma en los territorios un nuevo orden patriarcal que confluye, se enraíza, se profundiza y reactualiza la existencia de las relaciones machistas previas.
Las cinco dimensiones de la Repatriarcalización de los territorios
Dimensión política: tomas de decisiones masculinizadas
Cuando se trata de viabilizar proyectos extractivos, quienes toman las decisiones que afectan a las vidas de las comunidades y sus territorios son sujetos blancos, burgueses, varón, adultos, heterosexuales, con una funcionalidad normativa [5]. Además, cuando empresas o Estados llegan a los territorios para persuadir o imponer la opción extractiva, establecen estrategias de relacionamiento individual para debilitar la negociación colectiva de las comunidades. Las empresas fomentan una interlocución exclusivamente masculina, ya sea con dirigentes locales quienes comparten las ideas de estas empresas o con los hombres de la comunidad en calidad de cabezas de familia. Entonces, las mujeres son excluidas de las tomas de decisión respecto a cuestiones que afectan su territorio y sus vidas [6].
El extractivismo, por lo tanto, favorece la reconfiguración de espacios de interlocución y tomas de decisión masculinizados, que se superponen a estructuras políticas patriarcales previas. Así, uno de los factores que motivan los procesos de movilización y organización política de las mujeres frente a los proyectos extractivos es precisamente su exclusión histórica de los espacios de decisión, y la cooptación de las dirigencias masculinas a la lógica extractiva [7].
Dimensión ecológica: ruptura de los ciclos de reproducción de la vida
Las actividades extractivas suponen un quiebre de los ciclos de reproducción de la vida: los ríos se contaminan, los suelos dejan de producir, la deforestación aleja a los animales, etc. El aprovisionamiento alimentario de las comunidades a través de sus actividades tradicionales como la caza, la pesca y los cultivos se ven gravemente alterados. Recae sobre las mujeres encontrar soluciones a las crecientes dificultades para acceder a fuentes de agua o garantizar la alimentación familiar. Asimismo, el incremento de enfermedades y el deterioro de la salud colectiva como consecuencia de la contaminación provoca una necesidad creciente de cuidados al interior de las comunidades, cuya responsabilidad recae exclusivamente sobre las mujeres [8].
Estas dinámicas implican una sobrecarga de trabajo y cuidados que asumen las mujeres, así como un incremento del estrés y de la ansiedad. En efecto, la dificultad creciente de enfrentar las responsabilidades de reproducción social recae sobre ellas de forma invisibilizada [9]. Podemos afirmar entonces que la acumulación extractivista es estructuralmente dependiente de la apropiación del trabajo gratuito, oculto e infravalorado realizado por las mujeres, tanto como de la apropiación de la naturaleza.
Dimensión económica: conformación de estructuras laborales patriarcales
La penetración de las dinámicas extractivas en las comunidades conlleva a una reorganización de la economía local alrededor de la presencia central de la empresa [10]. Este hecho, además de generar un profundo reordenamiento de las economías comunitarias de autosuficiencia hacia una economía asalariada, provoca también grandes transformaciones en las relaciones de género. Cuando penetran las empresas y las comunidades son despojadas de los bienes comunes que garantizaban su aprovisionamiento material de forma autónoma –bien porque son desalojadas y desplazadas, o por la contaminación– el salario de la empresa se convierte en un poderoso instrumento de dependencia.
El empleo que traen las actividades extractivas está fuertemente asociado al trabajo masculino y es portador de nuevas relaciones sociales desigualadas. Las mujeres, al quedar excluidas del empleo y del acceso a bienes naturales, pierden autonomía y se sitúan en un lugar de subordinación respecto al salario de sus maridos. En esta nueva estructura laboral se afianza la figura del varón proveedor y la mujer económicamente dependiente del salario masculino [11]. El extractivismo, mediante una economía asalariada altamente masculinizada, afianza las diferencias estructurales entre hombres y mujeres al interior de la comunidad.
Dimensión cultural: profundización de representaciones y estereotipos sexistas
La llegada masiva de trabajadores varones ajenos a las comunidades que precisan los proyectos extractivos, junto con los procesos de militarización del territorio por parte de fuerzas de seguridad públicas y privadas genera una masculinización del territorio. Para las mujeres esto acarrea también nuevos sentimientos de miedo e inseguridad, provocando el cerco social, que confina a las mujeres al espacio privado-doméstico [12].
Los cambios en las formas de ocio y en la ocupación de los espacios públicos implican entre otros, la apertura de cantinas para los obreros. De esta manera, se conforman espacios en los cuales los hombres monopolizan lugares de recreación y definen nuevas relaciones de poder que se afianzan en jerarquías de género previas. La implantación de las actividades extractivas privilegia así la conformación de sujetos que refuerzan los estereotipos de masculinidad hegemónica, en los cuales el polo masculino esta siempre ligado a la dominación y el control, mientras lo femenino se asocia a la idea de mujer dependiente, objeto de control y abuso sexual [13]. En este contexto, se construye también un imaginario de la “mala mujer” para quienes tratan de trasgredir la normatividad impuesta, como sucede con las defensoras del territorio y la naturaleza [14].
Dimensión corporal: control social y violencia machista
Las dinámicas extractivistas imponen una disciplina y un control de cuerpos en los territorios, donde los hombres manifiestan un fuerte sentimiento de apropiación sobre las mujeres y de sus cuerpos, sexualizados y racializados. Las nuevas formas de ocio introducidas como consecuencia de las actividades extractivas imponen la aparición de prostíbulos en los territorios de las comunidades, que en numerosas ocasiones están asociados a procesos de trata de mujeres con fines de explotación sexual. Existe así, una fuerte relación entre extractivismo y el trabajo sexual, muchas veces forzado. La prostitución es vista como una actividad que, en los contextos extractivos, facilita la acumulación de capital, ya que sirve de canalización del estrés de la fuerza de trabajo masculina [15].
En definitiva, la violencia, el acoso sexual y el control social de los cuerpos de las mujeres forman parte de imaginarios patriarcales que se potencian con la implementación de las actividades extractivas. La naturaleza tanto como los cuerpos, en particular, los femeninos, aparecen dentro de este imaginario como objeto apropiable y sacrificable para ser puesto al servicio de la acumulación de capital.
Imagen 1: Marcha de mujeres amazónicas, Ecuador 2013. Autoría: Miriam García-Torres.
Notes
[1] Este artículo fue escrito por Miriam García-Torres, Eva Vázquez, Delmy Tania Cru y Manuel Bayón. El artículo se publicó primero en español en la revista Ecología Política en diciembre de 2017, bajo el título «(Re)patriarcalización de los territorios. La lucha de las mujeres y los megaproyectos extractivos»: http://www.ecologiapolitica.info/?p=10169
[2] Svampa, Maristella (2013). «Consenso de los Commodities» y lenguajes de valoración en América Latina. http://nuso.org/articulo/consenso-de-los-commodities-y-lenguajes-de-valoracion-en-america-latina/
[3] Fundación Rosa Luxemburg (2013). Memoria del Encuentro Regional de Mujeres y Feminismos Populares. Del 4 al 6 de junio de 2013. www.rosalux.org.ec
[4] Cabnal, Lorena (2010). «Acercamiento a la construcción de la propuesta de pensamiento epistémico de las mujeres indígenas feministas comunitarias de Abya Yala». En Feminismos diversos: el feminismo comunitario, ACSUR-Las Segovias, p.11-25.
[5] Pérez Orozco, Amaia (2014). Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Madrid: Traficantes de Sueños.
[6] Colectivo de Investigación y Acción Psicosocial (2017). La Herida abierta del Cóndor: Vulneración de derechos, impactos socioecológicos y afectaciones psicosociales provocados por la empresa minera china EcuaCorriente S.A. y el Estado ecuatoriano en el proyecto Mirador. Quito. https://investigacionpsicosocial.files.wordpress.com/2017/02/herida-abierta-del-cc3b3ndor.pdf
[7] García-Torres, Miriam (2017). Petróleo, ecología política y feminismo. Una lectura sobre la articulación de Mujeres Amazónicas frente al extractivismo petrolero en la provincia de Pastaza, Ecuador. Tesis de Mémoire de maestría. Quito: FLACSO-Ecuador.
[8] Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo (2014). Op. Cit.
[9] Colectivo de Investigación y Acción Psicosocial (2017). Op. Cit.
[10] Fundación Rosa Luxemburg (2013). Op. Cit.
[11] Himley, Matthew (2011). «El género y la edad frente a las reconfiguraciones en los medios de subsistencia originadas por la minería en el Perú», Apuntes XXXVIII (68), p.7-35.
[12] Federici, Silvia (2010). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Buenos Aires : Tinta Limón Ediciones.
[13] Fundación Rosa Luxemburg (2013). Op. Cit.
[14] Garcia-Torres (2017). Op. Cit.
[15] Laite, Julia Ann (2009). «Historical perspectives on industrial development, mining, and prostitution», The Historical Journal, no. 52 (3), p.739-761.
Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo
Somos activistas entusiastas, enérgicas, quienes creen en la transformación y en el poder que reside en el pensar en la vida de manera colectiva. Nacidas en diferentes países (México, Ecuador, España, Brasil, Uruguay) no nos conocimos hace cinco años en Quito, ciudad que se convirtió en nuestro lugar de conspiración. El feminismo latinoamericano y caribeño es nuestro espacio de lucha, de invención, de creación, de transformación y de reflexión. A través de nuestras miradas, tejimos vínculos entre cuerpos, en su diversidad, y territorios. www.territorioyfeminismos