Brouillon
24 mayo 2022Reconfiguración patriarcal de los territorios: Megaproyectos extractivos y la lucha de las mujeres en América Latina
1 junio 2022La sociedad actual tiene un fuerte componente de manejo de información y tecnologías basado en infraestructuras informáticas materiales. La ‘‘nube” también es materia a pesar de que suela interpretársele como computadora de alguien más, pero en otro lugar del mundo. Y aunque la percepción generalizada sobre la tecnología considera que su impacto medioambiental es escaso, en realidad, esta consume minerales, plásticos y mucha energía [1]. Bajo el sistema capitalista actual, la explotación de estos materiales se produce a gran escala y tiene implicaciones que la hacen insostenible a largo plazo: esta legaliza el despojo territorial y patrimonial de los lugares donde se asienta; favorece la desarticulación de los tejidos comunitarios locales; contamina el agua, la tierra, el aire y provoca enfermedades. Bajo este modelo, las violaciones de los derechos humanos son constantes y sistemáticas.
Observando el largo proceso de producción, podemos ver el impacto del consumo tecnológico tanto al final de la línea (el ejemplo más conocido es el basurero electronico de Ghana), como en el medio [2]. En cuanto al uso, se dice que “la industria de las TIC (tecnologías de información y de comunicación) consume el 7% de toda la energía eléctrica generada a nivel mundial” [3]. La mayor parte de este porcentaje (o séa entre el 82% y el 84%) representa el consumido por las y los usuarixs finales. Nuestras cadenas de mensajes, redes sociales, fotos de gatitos no son inmateriales.
A pesar de que los daños materiales causados por las TIC sean de más en más preocupantes, este articulo se enfoca en otras dimensiones de las relaciones de poder dentro de la sociedad de la información. Proponemos un acercamiento a Internet como un espacio territorial, social y de creación, abordando así el vinculo entre territorio y los retos enlazados a la resistencia como a temas afectivos, desde una perspectiva “hackfeminista”.
La dimensión afectiva: cuando el cariño en Red tiene un precio
Escribo sobre este tema mirando la pantalla de mi computadora mientras reviso los mensajes que van llegando… ¿Para qué nos conectamos? ¿Qué hacemos cuando deambulamos por internet? ¿A qué espacios estamos accediendo? Cuando nos preguntamos por qué “estamos” en las redes sociales comerciales o por qué usamos al gran oráculo de las búsquedas, solemos respondernos: “Ahí está todo el mundo”. Otras respuestas suelen tener relación con la falta de conocimiento de otros espacios donde realizar las mismas actividades.
Sin embargo, si miramos de cerca a esas redes sociales comerciales, en particular las de Zuckerberg (dueño de Facebook, Instagram, Whatsapp), la respuesta estaría relacionada a cómo estas se interesan en nuestra necesidad de conexión y de comunicación para posteriormente usarla para explotarnos “silenciosamente”. Hace unos meses, quien fue trabajador de alto cargo de Facebook, más bien un “arrepentido’’, contaba que para lograr que consumamos tanto de nuestro tiempo y atención consciente a las redes sociales, bastaba con darnos ciertas dosis de “dopamina” mediante el “me gusta” y los comentarios. “Y eso te va a llevar a compartir más contenido… Los inventores, los creadores – o séa yo, Mark [Zuckerberg] y Kevin Systrom en Instagram – lo entendimos conscientemente” [4]. Ellos decidieron que para “echar a andar’’ un negocio millonario, explotarían una vulnerabilidad de la psicología humana que propicia la dependencia a sus plataformas “sociales”.
Somos seres sociales y las redes los saben. Son espacios “digitales” diseñados para propiciar nuestras ganas de interactuar. Espacios de debate, compartir y ‘apapachar’, las redes están diseñadas para que las personas (como también grupos y/o instituciones) puedan comunicarse entre sí. Sin embargo, en las redes sociales más usadas (Facebook, Instagram, Twitter) la mediación se da a través de burbujas de filtro [5], es decir, algoritmos que deciden qué vemos y qué no vemos según criterios que imponen las propias empresas y a los cuales las personas usuarias no tenemos acceso. Nuestros datos personales y nuestra navegación es transparente para ellos y recorre los caminos de sus infraestructuras hasta sus centros de datos manejados con algoritmos opacos que se niegan a compartir con nosotros. Mientras, nos dicen que “la privacidad ya no existe” y que no debemos preocuparnos si “no tenemos nada que ocultar”. Y eso es justo lo que debería suceder: porque no tenemos nada que esconder nadie debería estar hurgando constantemente en nuestras cosas.
Hay muchos motivos por los cuales podemos elegir enmascarar nuestras identidades digitales. Para las mujeres y personas no binarias, esa elección tiene que ver con violencia digital presente a diario en las redes sociales. Se multiplican discursos de odio, hostigamiento, discriminación, publicación de información e imágenes íntimas sin el consentimiento de las personas protagonistas. Es una violencia “real” que trae consecuencias en la vida de las personas tanto a nivel físico como emocional, e “impacta la toma de decisiones sobre situaciones cotidianas, como su forma de vestir y la decisión de salir o no de sus casas” [6].
Pero Internet va más allá de las redes sociales. Es incluso el lugar donde no pretendemos ‘socializar’, sino indagar, buscar, viajar, etc.; navegamos en lugares donde debemos aceptar el peligro de exponer nuestra privacidad a más burbujas de filtros. Se suele decir que si el servicio es gratis, el producto eres tú. Sabemos que en el capitalismo nada es gratis, pero creemos plenamente que las plataformas comerciales no tienen costo para las y los usuarixs. El costo son nuestros datos e interacciones.
Alguien dijo alguna vez que necesitamos aprender a usar las tecnologías tanto como hemos aprendido a leer y escribir [8]. Defender internet como territorio implica generar sociabilidades conscientes y críticas. Defender Internet como territorio, nos ayuda a tomar decisiones. Seguir usando la red, pero de forma beneficiosa, amorosa, compartida, sin seguir únicamente las “reglas” impuestas por plataformas que no nos representan. Defender Internet es sumarnos a los grupos de “escritores digitales competentes que puedan estar a la altura de las difíciles circunstancias que presumiblemente nos tocará vivir” [9].
A las afueras de la caja… de Facebook
Sonrío cada vez que alguien pide mi nombre para buscarme en “redes sociales” (el plural es inútil, porque generalmente siempre solo se refieren al Facebook). Ante mi respuesta negativa, optan por preguntar mi numero de teléfono para encontrarme en “WhatsApp”. Pero cuando negó por segunda vez sacudimiento mi cabeza, el interrogatorio toma generalmente fin, y me preguntan: “¿Qué tu no trabajas con tecnología?’’.
Comencé a usar Facebook en 2011. Las motivaciones fueron más bien excusas, y quizás por eso no era del todo localizable por ese medio, pero ahí estaba. Las idas y venidas por los caminos de las tecnologías críticas (en un plural que implica experimentar en diversos estadios, softwares y plataformas tecnológicas) hicieron que me alejara cada vez más de ella. Hasta que finalmente sucedió: decidí cerrar mi cuenta definitivamente al inicio del año 2018. El “escándalo” de Cambridge Analytics me agarró ya fuera de esta red social de la cual llevaba meses borrando sistemáticamente mi perfil con el fin de poder cerrarlo. El proceso fue lento y complejo incluso para una persona como yo que “casi no publicaba”. La red social no quiere que la abandones: sin ti y el contenido que generas, sería una plataforma vacía.
Internet no olvida. Facebook no me ha olvidado. En algunos de los muchos servidores que tiene desparramados por el mundo, donde replica varias veces la información de cada uno de sus usuarixs, debo estar yo, en algún “perfil sombra” almacenado a la espera de ser comercializado nuevamente. Un “shadow profile” es un archivo oculto de los datos obtenidos a través de la información recopilada y entregada voluntaria e involuntariamente a través de nuestras publicaciones, interacciones, amistades, dispositivos, etcétera, para establecer patrones de uso [9].
Esas tecnologías no están pensadas para que podamos jugar con ellas, aprender de ellas, construir con ellas. Sus reglas nos son impuestas y usan todos sus recursos con el fin de saber todo lo que decimos. TO-DO. Facebook no quiere que te vayas porque sin ti (literalmente) no vale nada.
Fui yo quien decidió acabar con esa relación tóxica y salir a jugar.
La dimensión de las resistencias. Hacer red desde el hackfeminismo
Muchos son los contextos en los que transitamos las rutas de internet, cientos de veces al día. Para aquellas personas que ven este espacio como un territorio independiente (y no solo como un medio de comunicación), internet también es un espacio público y político. Para un grupo más reducido de personas, la dimensión política significa crear una red dentro de la redo, habitar internet y construirlo como un espacio “revoltoso”.
El acceso continúa siendo uno de los principales problemas relacionado con Internet hoy en día. Sin embargo, el acceso no se limita únicamente a tener conexión; hay grandes desigualdades que se dan apenas ingresamos a internet tales como las fallas de seguridad, las brechas de uso, la apropiación ilícita, la transformación y la concretización de sueños a través de internet que son quizás mucho más grandes que las de la propia conexión. Para habitar internet es necesario conocerlo, saber sobre sus potencias y complicaciones, permitirnos maravillarnos por las herramientas diversas que podemos conocer, las prácticas que podemos generar, las personas detrás de la pantalla, y lo que hacen y deshacen más allá de las redes comerciales que se muestran pomposas.
En el marco del Primer Congreso Feminista de Chiapas realizado en noviembre de 2016, la filósofa feminista Silvia Gil fue convocada a comentar algunas de las aportaciones que los feminismos pueden hacernos a la hora de [re]pensar las crisis sistémicas. Habló de la necesidad de encontrar formas de politización que toquen la vida y sacudan nuestros cuerpos; de imaginar nuevos sentidos para proponernos respuestas a las crisis, y de buscar formas políticas que no den la espalda a los cuidados, a la interdependencia de los cuerpos. Escuchándola, y pensando en las diversas dimensiones que conforman internet, lo vi bajo una nueva perspectiva: como territorio a habitar. Escobar define “territorio” como un espacio construido por las interacciones sociales de quienes lo habitan, desde organizaciones sociales y colectivos [10].
En este campo los feminismos también tienen mucho que aportar. Hay que politizar los procesos con formas y formatos imaginativos, par crear nuevos sentidos y narrativas. Decía Gil que “para vivir necesitamos sostenernos cotidianamente con trabajos materiales e inmateriales (afectos, deseos, etc) que hacen posible la vida (…) No podemos aceptar una política que dé la espalda al problema del cuidado, a la interdependencia de los cuerpos, a la vulnerabilidad de la vida” [11]. En este sentido, tener una mirada crítica sobre las tecnologías que usamos a diario es un aporte casi revolucionario en un contexto en el que las grandes empresas que proveen servicios se muestran tales y como son : servicios únicos e indispensables sin los cuales no existiría la Red.
Lo cierto es que en gran medida internet tal y como lo conocemos tiene una fuerte dependencia de grandes infraestructuras y capitales. Sin embargo, son muchos los proyectos que cada vez más se levantan para poner en cuestión esa máxima y aportar a reconstruir un ecosistema de internet más diversificado. Existen redes de telecomunicaciones comunitarias como GuifiNet en el Estado Español, Rizhomatica en México o NetWork Bogotá en Colombia; servidores autónomos en producción donde se puede alojar nuestros contenidos y crear formas de trabajo “sanas y cercanas”, como las cooperativas tecnológicas MayFirst o Kéfir; redes sociales decentralizadas como Mastodon y Diáspora nos permiten organizarnos, interactuar, reconocernos, encontrarnos.
“Habitar’’ las tecnologías hoy es mucho más que acceder a plataformas comerciales: existen ya opciones múltiples que nos permiten gestionar los recursos de nuestras computadoras libremente, resolver nuestras necesidades de búsqueda de información sin ser rastreadas, colaborar y almacenar información en bibliotecas digitales creadas para sumar al bien común [12].
Podemos dar los primeros pasos cuestionando los sistemas de comunicación actuales, aprendiendo su funcionamiento, sus opciones y propuestas. Debemos reconciliarnos con el hecho de que los pasitos digitales que damos sí son importantes. Las imágenes que compartimos, los lugares físicos que transitamos, las búsquedas que realizamos, y las cosas que nos gustan son la fuente de mercantilización actual de las plataformas comerciales. Ellas entendieron a la perfección que la información que brindamos tiene valor. Y como en el capitalismo valor significa dinero, nos monetizan, nos venden al mejor postor de la publicidad comercial o política, total “no tenemos nada que ocultar” [13].
¿Cómo ser antisistema en medio de tecnologías de comunicación eminentemente sistémicas?
Si logramos mirar más allá del brillo tecnológico con el que las multinacionales tecnológicas pretenden deslumbrarnos, podemos comenzar a ver la red de interdependencia que subyace al desarrollo tecnológico. Y ese es el principio de poder construir tecnologías más justas, cercanas, propias y afectivas que resuelvan problemas reales. Gracias a nuestra inteligencia colectiva, tenemos la capacidad radical de construir cada aspecto de nuestras vidas con términos propios, con otros imaginarios y potencialidades; “si iniciamos por cuestionar la concepción misma de tecnología y la despojamos de su supuesta neutralidad y objetividad, podemos encontrar un camino para darnos cuenta de cómo la tecnología se convierte en una forma cultural de ser y de relacionarse con el mundo; así descubrimos cuáles son las relaciones de poder que son parte de las redes y de los discursos sociales» [14].
Dado el primer paso del cuestionamiento, llega la potencia que bien conocemos desde lxs feministxs, la de aprender con otras personas y compartir conocimiento. Podemos defender internet como territorio que habitamos, y que podemos transformar. No se trata solo de “estar’’ allí, sino de hacerlo desde la complejidad de cuestionar sus entrañas y gozar los espacios digitales con colegas cómplices con lxs que aprendamos, discutamos y nos “encontremos” desde el escuchar.
Las propuestas hackfeministas actuales parten desde allí. Para mí, la apropiación tecnológica, o mejor aún, la adopción de la tecnología, es ante todo feminista. No decidirán sobre nuestros cuerpos, tampoco sobre nuestros seres, redes sociales y espacios digitales que habitamos. Para poder transformar las relaciones de poder actuales dentro de los espacios digitales, necesitamos permitirnos “deconstruir” nuestra relación con las tecnologías, permitirnos tener “habitaciones digitales propias”, encontrarnos con otras en aquelarres tecno feministas con quienes compartir nuestras experiencias afectivas, de lucha y de satisfacción, permitirnos jugar, aprender, romper y equivocarnos. Y seguir haciendo desde fuera-de-la-caja.
Notas
[1] Revista Chasqui. “La cara oculta de la sociedad de la información: el impacto medioambiental de la producción, el consumo y los residuos tecnológicos”, dirección URL: http://www.revistachasqui.org/index.php/chasqui/article/view/3321/2975 (página consultada en septiembre de 2018).
[2] Para la fabricación de cada smartphone se utilizan más de 200 minerales, 80 elementos químicos, y más de 300 aleaciones y variedades de plástico. Los minerales metálicos más utilizados son: cobre, estaño, cobalto, níquel, coltán, oro y plata. Muchos de ellos son llamados ‘minerales de sangre’ y su extracción se realiza en mayor medida en territorios del Sur Global donde no solo hay disponibilidad de ellos sino condiciones ‘favorables’: escasas exigencias de seguridad, permisos ambientales laxos, permisividad de trabajo infantil, presencia de grupos armados ‘legales’ a los capitales, etc. Las condiciones laborales en toda esta cadena de producción (extracción, fabricación, ensamblaje, transportación, venta) no son, ni mucho menos, diferentes a las de cualquier maquila. Incluyendo el hecho de que son las mujeres quienes sufren las consecuencias con más frecuencia.
[3] Idem
[4] Genbeta. “Sean Parker, primer presidente de Facebook: la red social explota una «vulnerabilidad» humana”, dirección URL: https://www.genbeta.com/redes-sociales-y-comunidades/sean-parker-primer-presidente-de-facebook-la-red-social-explota-una-vulnerabilidad-humana (página consultada en septiembre de 2018).
[5] TED Talks. “Eli Pariser: Beware online “filter bubbles””, dirección URL: https://www.ted.com/talks/eli_pariser_beware_online_filter_bubbles (página consultada en septiembre de 2018).
[6] Internet es Nuestra MX. “#FalsaProtección Cuatro errores que se deben evitar al combatir la violencia en línea”, dirección URL: http://internetesnuestra.mx/post/158075258118/falsaproteccio-n-cuatro-errores-que-se-deben (página consultada en septiembre de 2018).
[7] Sursiendo, Comunicación y Cultura Digital. «Software libre más allá de la libertad», dirección URL: https://sursiendo.com/blog/2014/06/software-libre-mas-alla-de-la-libertad/ (página consultada en septiembre de 2018).
[8] CCCB Lab, Investigación e Innovación en Cultura. “Una revolución educativa”, dirección URL: http://lab.cccb.org/es/una-revolucion-educativa/ (página consultada en septiembre de 2018).
[9] Radio Canadá Internacional. “Perfiles sombra de Facebook y como la red social te sigue hasta cuando has borrado tu cuenta”, dirección URL: http://www.rcinet.ca/es/2018/04/14/perfiles-sombra-de-facebook-y-como-la-red-social-te-sigue-hasta-cuando-has-borrado-tu-cuenta/ (página consultada en septiembre de 2018).; Genbeta, “Una prueba demuestra que Facebook comparte tu «perfil sombra» con anunciantes”, dirección URL: https://www.genbeta.com/redes-sociales-y-comunidades/prueba-demuestra-que-facebook-comparte-tu-perfil-sombra-anunciantes (página consultada en septiembre de 2018).
[10] Escobar, Arturo (2010). Territorios de diferencia. Lugar movimientos vida redes. Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill: Envión Ediciones.
[11] Silvia Gil, plática en la librería La Cosecha en el marco del Primer Congreso Feminista de Chiapas.
[12] Respectivamente : https://duckduckgo.com/, https://nextcloud.com/ y https://archive.org/ ; ver también Sursiendo, Comunicación y Cultura Digital. “¿Listas para decidir?: ¡el software libre es para vos!”, dirección URL: https://sursiendo.com/blog/2016/05/lista-para-decidir-el-software-libre-es-para-vos/ (página consultada en septiembre de 2018).
[13] Denken Über. “Facebook y Cambridge Analytica: sólo un síntoma de un problema más grande”, dirección URL: http://www.uberbin.net/archivos/derechos/facebook-y-cambridge-analytica-solo-un-sintoma-de-un-problema-mas-grande.php ; Jérémie Zimmermann et la Parisienne Libérée. “Rien à cacher”, dirección URL: https://www.hooktube.com/watch?v=rEwf4sDgxHo&feature=youtu.be (página consultada en septiembre de 2018).
[14] Andrade-Sastoque, Ernesto y Jiménez Becerra, Javier A. “Trayectoria socio-técnica de las relaciones entre extractivismo y desarrollo sostenible: el caso de la Colosa en Colombia”, direccion URL: http://www.elsalmon.co/2017/04/trayectoria-socio-tecnica-de-las.html (página consultada en septiembre de 2018).
la_jes
Hackfeminista diversa... practico la curiosidad como método de aprendizaje e investigación; activista del software libre y facilitadora de procesos de seguridad digital con organizaciones sociales. Soy parte de Sursiendo, un colectivo de comunicación y cultura digital que trabaja inspirado en las propuestas de la comunalidad y la autonomía. Creo profundamente en la ética hacker, el hacer colectivo y los espacios de intercambio.